domingo, 14 de febrero de 2010

Somos remolino y viento



Me gusta verte ahí sentado, en esa silla, con esa mirada que penetra en mis ojos y tu cuerpo desnudo resbalándose por mi mente. Tus brazos sobre el suelo y mis piernas por el techo. Somos remolino y viento confuso a las afueras de esta ciudad. Creo que las tardes invernales se nos consumieron como cuando fumabas por la ventana y la nieve llegaba a nuestras clavículas…la nieve, esa nieve que nos hacía temblar. Cogiste mis manos y me lanzaste por tu columna vertebral, cual niña que juega por los toboganes de tu parque.

lunes, 1 de febrero de 2010

Ni saliva ni labios


Las cosas se nublaron con el tiempo. ¿Sabes cuando el vapor de la boca se pega al cristal? ¿O cuando hay humedad y las ventanas se convierten opacas? Así, sí, justo así. Ah bueno, quizás también como cuando vas en coche un día de invierno, con lluvia en las ventanas y no ves más allá de dos metros, pero por la niebla.
Y... ¿Porqué? No sé por qué, no sé por qué se nos nubló el tiempo y la piel. Cuando se me pone la piel de gallina me acurruco junto a las sábanas y cuento cada poro. Me gusta ver como se van calmando y desapareciendo. Pero cuando esa sensación de frío desaparece vuelvo a pensar en ti. Y sigo así continuamente.

Enredada en este mar de infinitas miradas y vaivenes, como si fuésemos un carrusel y tu siempre te sentaras en el caballito de enfrente y yo me tuviera que montar siempre en el de atrás. Ellos corren pero nunca llegan ni a rozarse. Pues así, así se nos nubló la vida y las manos, sin saliva ni labios.